T3 - #1 A cada cuerpo, su salida
¿Será posible un mundo en el cual el cuerpo no sea tan protagonista?
De: Cinthia @cgdalama
¡VOLVIMOS!
O seguimos acá. Hola, amiga.
Me gusta saludar, siento que habilita la conversación. Como una especie de ritual lindo de iniciar el contacto con le otre. Hace unos días leí un tweet que decía que no se saludaban con sus amigues porque era una conversación continúa. Viste que yo soy _correcta_ y me gusta todo el preámbulo. Siento que guardar algunas formas genera algo lindo, ¿no? Los códigos.
Ahora existe un afuera, ¿viste? Creo que en estos dos años existió siempre, pero era un lugar a reconquistar.
Te soy sincera: pensé que iba a tener más ansiedad de salir, de estar en lugares con mucha gente, qué se yo. ¡Ya fui dos veces a bailar! Y digo *ir a bailar* porque fui a un BOLICHE CON MÁS GENTE QUE NO CONOZCO. También fui a la marcha del orgullo, ahí sí que me pareció medio un montón la cantidad de gente. No sé si te pasó de sentir esa ansiedad de festival grande donde parece que la gente no se acaba nunca.
Me acuerdo de esa vez, hace muchos muchos años, que fui a ver a Bad Religion y me apretaron tanto el cuerpo que no podía respirar y quedé suspendida en el aire. También me acuerdo de quedar suspendida en el aire en una de las tribunas de la cancha de Boca durante un Boca-River. Definitivamente otra vida, pero que ahora no veo tan lejana si pienso en cantidad de gente y salir. ¿No te pasa que ves mucha gente en todos lados y pensás "y sí, todes queremos estar afuera"?
Lo que más me costó de volver a salir es justamente eso: salir. Es algo que aún hoy me cuesta pero porque laburo en mi casa, estoy todo el día acá y cuando termino de trabajar me parece un infierno tener que salir, estoy cansada y sólo quiero tirarme a ver una serie y comer algo rico mirando el techo.
Ni hablar de que me siento la persona más horrible del mundo. Perdón, le fallé a todo con esta frase, pero así me siento, poco atractiva. Ni siquiera pasa por una cuestión física -mentira, sí- pero pasa por no sentirme atractiva. Siento que hay algo de ser interesante que se muestra con la forma física y no me está pasando. Igual exagero porque siempre que salgo -siempre, 100% chequeado por mí, la persona que se siente horrible- alguien me dice "ay qué lindo esto que tenés", "me encanta tu maquillaje", "me gusta este pantalón, ¿de dónde es?", "qué buenos lentes", "qué bien esto", "qué bueno lo otro". Siempre hay alguien haciendo un comentario.
Y vos me preguntarás: ¿y entonces? Y entonces no sé si quiero saber tanto de les otres. No sé si me importa tanto la opinión de les demás, porque eso no me hace sentirme más atractiva. Incluso creo que me hace peor: ¿qué puede resultarles atractivo? y mi frase muy usada en terapia: "seguro me mienten". Siempre es inminente la poca confianza que puedo tener en les otres a la hora de la apariencia.
No sé si estoy tan equivocada. Seguro en algún mail anterior te lo dije, pero cuando me dicen tantas cosas lindas pienso: "A ustedes no les gustaría ser como yo. Ustedes luchan y realmente se esfuerzan un montón para no ser la persona gorda que yo sí soy". Entonces además de desconfianza, me enojo, viste que yo me enojo bastante.
El otro día justamente pensaba en por qué soy activista gorda. Por qué, por qué, por qué. Y lo primero que pensé fue: porque no me queda otra. Porque soy una gorda que quiere sentirse menos horrible, porque soy una gorda que quiere un mundo un poco más justo para les gordes. Y porque la verdad, por más que yo me sienta horrible, puedo al menos escribir esto. Sé que hay muchas personas que se sienten horribles o mal consigo mismas que ni siquiera abandonan sus casas. A veces lo que hacemos impacta bastante en los demás. Perdón de nuevo porque sé que todo esto puede impactar bastante y no de forma positiva. Pero creo fervientemente que entre tanto amor propio y “querete-amate-hacete mimito", nos estamos olvidando que por ahí nos sentimos para el orto, y eso también existe y es real.
Perdí la noción de mi cuerpo. Creo que de tanto estar conmigo misma estos meses en mi casa, pasó. Te lo dije varias veces este año. Igual nunca tuve tanta consciencia sobre mi forma física, tal vez porque cambió tanto durante mi vida que no pude seguirle el ritmo. Pero ahí estaba yo, la optimista corporal, tratando de buscarle la vuelta.
El año pasado me quería poner un pantalón que me quedaba medio grande en octubre de 2019 -y hasta antes de empezar la pandemia-, y no me entraba. Lo primero que sentí fue desesperación: tengo más panza. Y mientras escribo me muerdo los labios pues ya sé que soy gorda, pero de alguna manera sobrepasé mi límite y eso me alertó. Pero bueno, dejé el pantalón ahí y me puse otro. No siento que sea el fin del mundo, bajé un millón de veces de peso y podría bajar si así quisiera.
Pero entiendo que es difícil pensarlo como algo más que pasa cuando hay todo un sistema que te empuja a ser infeliz por no tener el cuerpo estereotípico. A veces igual me pregunto cuál es ese cuerpo y no tengo idea. Creo que me conformaría con el sólo hecho de sentirme en paz. El ruido que me genera pensar en mi cuerpo de forma constante es abrumador.
Hace unas semanas estaba dando una clase y el hijo de una alumna escuchó un pedacito y le preguntó "¿por qué alguien discriminaría a una persona gorda?". Mi sensación fue este emoji literal 🥲
Yo no sé si es posible un mundo en el cual el cuerpo no sea tan protagonista, pero por lo menos que no sea EL protagonista en mi vida. A veces de tanto pensar me cuesta volverme a anclar a la realidad. Y hablar de disfrutar y pasarla bien en un ambiente social, ni te cuento.
Qué difícil releer esto y no sentirme una mala activista gorda. Pero realmente me parece necesario construir sobre algo un poco más real y verdadero. El aspiracional que se quede en Pinterest.
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De: Emilia @emiruizdeolano
Hola, amiga.
Por suerte aunque más por cuidado y laburo constante, acá seguimos :)
Me quedé pensando en todo esto de volver a salir, de ya estar completamente afuera, bah, y durante estos últimos meses las cosas comenzaron a suceder de forma tan rápida que casi no tuve ni tiempo de procesarlas. Los medios y quienes se dedican a la política, en particular, adoran hablar de la postpandemia y está bien porque ya sabemos el rol que cumple la esperanza en lo discursivo, pero lo cierto es que el ritmo en el que estamos viviendo se parece más a una prepandemia con fingida de demencia.
En julio me fui de viaje y cruzar el océano me ayudó a gestionar de otra manera mis cuidados. Estuvo bueno porque yo venía muy perseguida y la perspectiva y el contacto con otras realidades me ayudó a relajar un toque. Bueno, “relajar”... en realidad empecé a salir sin ningún tipo de límites en busca de todo el año y medio perdido, okey, lo admito. Creo que en mayor o menor medida fue algo que nos pasó a todes después de vacunarnos, ¿no? Sentir que ya está, que ya podemos avalanzarnos hacia nuevas experiencias, la que sea, no importa, la que más vivos nos hiciera sentir, la quiero, voy, ¿cuánto sale?, ¿aceptan Mercado Pago? En 15’ estoy ahí.
Y digo que la distancia me ayudó porque acá, en los mismos ambientes de siempre, al principio lo único que sentía es que ya nada era lo mismo. Empecé a sumarme a cuanto plan surgía, pero no había caso, era como si nos hubieran arrebatado algo, me costaba muchísimo conectar con gente que antes me cruzaba todos los fines de semana y me divertía un montón. Por suerte fueron varias las personas que me acompañaron y me bancaron en el sentimiento porque claro... ¿Qué pretendíamos? Vivimos circunstancias muy tristes y muy difíciles y aún resulta imposible medir cuál es el verdadero impacto de las mismas en nuestra salud mental, ¿por qué pretendíamos seguir como si nada? Es imposible. Si sos de las personas que en esta vida se toman el tiempo de frenar y hacerse un par de preguntas, te das cuenta que pretender vivir y sentir como antes es realmente imposible.
Creo que desde la aceptación de mis nuevas limitaciones fue que pude comenzar a disfrutar un poco más. Aceptando que, okey, quizás ya no estoy para los trotes de antes, quizás ya no estoy para quedarme hasta las 6 am de after y hasta acá llegué, son las 2 am y tengo ganas de estar en mi casa comiendo algo rico. ¿Y por qué tengo la obligación de hacer algo todos los viernes y todos los sábados? ¿Por qué no puedo quedarme mirando una peli una tarde de sol? ¿Por qué tengo que mostrarme con una vida social super activa todo el tiempo? ¿Cómo puede ser que extrañe tener una restricción que justifique quedarme en mi casa? La culpa, la culpa, la culpa. Que cosa la culpa de no poder ser un poquito más, de no ser el alma de la fiesta, de querer escapar. Tanto tiempo esperando salir y ahora que podemos salir pareciera que no vemos la hora de volver. Es que ya te dije, hay secuelas que todavía son imposibles de medir, pero quizás sí de sentir y respetar.
Trato de respetarme, no te digo que lo logre pero es una lucha constante en la que mi cuerpo se lleva siempre la parte más difícil. A ver, no quiero sonar como esas personas recién llegadas de Europa que critican todo, pero vivir en Argentina es una mierda. Y lo digo porque somos el segundo país del mundo con más trastornos alimenticios. 1 de cada 3 mujeres sufren un TCA y si bien le escapo bastante a la hegemonía de Instagram, volver a salir también fue enfrentarme con eso: con las miles de chicas más flacas que yo. Me compré miles de vestidos que en España lucía cómodamente y acá no puedo ni usar. Ya sé, ya sé que tengo la capacidad de lucir siempre perfecta y que nadie lo note, pero acá miro a mi alrededor y lo único que me sale es reprimirme y sentir que estoy mal. ¿Cómo voy a pesar 55 kilos y sentir que estoy mal? Y no, no me sirve eso de que no hay que compararse si cada vez que salgo lo único que veo alrededor es gente flaca, muy flaca. Tu amistad me dio eso: cada vez que salgo también miro si hay personas gordas en el lugar. Y la verdad es que no. Y eso… eso es violencia cultural.
Ya sé, recién volvemos y yo ya me meto en esta, qué intensa, qué pesada, pero bueno, es necesario amiga. Porque es la violencia cultural lo que provoca la violencia interiorizada que ejercemos las mujeres contra nosotras mismas cada vez que subestimamos nuestras capacidades y despreciamos nuestro aspecto.
¿Y qué es lo que realmente estamos haciendo para luchar contra eso? Yo me quejo, vos te enojás, ¿pero qué estamos haciendo realmente? No sé, por lo visto a mí tampoco me sale ser una gran feminista. No puedo decir que nada de esto me afecta, porque tenés razón: a mí no me gustaría ser gorda. Y no, esto no es políticamente correcto de decir, pero con la corrección política tampoco estamos cambiando nada.
Me preocupa que lo único que haya cambiado es que ahora simplemente ya no hacemos algunos comentarios, pero la gordofobia interna permanece. Me preocupa toda esta nueva cultura de lo natural, todas estas influencers que se retiran al Caribe a pregonar que solo necesitamos comer frutas y verduras, nada de carnes, nada de lácteos, nada envasado, todas las mañanas un jugo verde, y si podés en realidad es mejor si ayunás unas 12 o 16 horas, que tu organismo se regenera, que hay que escuchar a nuestro cuerpo, que no necesitamos meterle tanta comida, que blablabla. Siento que cambió la forma pero el discurso sigue siendo el mismo: un constante odio hacia nuestro cuerpo y una absurda idea de control que de ninguna manera es natural, sino que es consecuencia de la voz con la que nos habla la industria de la belleza desde siempre.
Pensábamos que de la pandemia íbamos a salir mejores, aceptando cada vez más nuestros cuerpos. Y en cambio solo veo una absoluta desesperación por volver a nuestros cuerpos de antes, que btw tampoco nos gustaban. No quiero ser otra mujer frustrada y dispuesta a hacer lo que sea con tal de ser flaca, linda y valorada. Pero cada vez que tengo que arreglarme para salir, termino amargada y haciendo un esfuerzo enorme por ocultarlo.
Muchas personas piensan que la violencia cultural o simbólica no es peligrosa porque no es real. Otras se excusan asegurando que el daño que producen los modelos de belleza que nos rodean es inconsciente. Pero no hay que medir la violencia ni por la forma ni por los motivos que la originan, sino por los daños que provocan.