De: Cinthia
Hola, amiga!
Me duele el cuello. Siempre que me duelen el cuello y los hombros pienso en que me estoy cargando con cosas de más (y también que estuve mucho rato sentada en el escritorio).
Mientras, hago un té de cedrón en la tetera que me regalaste, como torta de banana con almendras y chocolate (debería mandarte porque me quedó riquísima) y miro el cielo celeste, siento el viento que entra por mi ventana y el solcito que me calienta los pies. Esto es un placer y lo voy a disfrutar.
Mi vida sexoafectiva no existe. Me da mucha paja le otre. Lo que mi amiga Caro llama "la danza del apareamiento". Todo eso que hacés para llamar la atención del otre con un fin. Honestamente, a mí me gusta coquetear por mensaje de instagram. Si fuese un chabón ya me hubiesen cancelado porque ghosteo y dejo colgadas a muchas chicas. No porque no me gusten, pero cuando detecto el boludeo o la indecisión se me cierra un toque la concha.
El año pasado fue igual de intenso: conocí a alguien en medio del aislamiento, ahí por junio/ julio, cogimos, me dijo cuatro estupideces, entre ellas que no podía estar conmigo, pero que quería seguir viéndome y decidí que no era por ahí. Yo no la tengo clara en nada, ni soy la reina de la productividad, pero la única que pierde mi tiempo soy yo, no voy a dejar que otre lo haga. Después obviamente conocí a otra que le daba miedo vincularse y todo terminó en un poco lo mismo: gracias, pero así no.
Yo no estoy para quedarme al lado de alguien que no sabe si me quiere o me va a querer. Ese es mi límite, para no quererme o dudar de eso estoy yo. Súper apostaría a alguien que me quiere, pero no sabe cómo construir un vínculo: me parece que se re puede laburar en el cómo (aunque obvio no sabés si va a funcionar después de laburarlo, pero me parece que vale la pena). Pero si no hay un por qué ya no va (si Flor está por ahí y me lee, espero que sonrías porque esto lo aprendí de vos).
También me pasa que no puedo salir a ser linda y frívola una noche a bailar y chaparme a quien quiera y coger de forma espontánea. Creo que la espontaneidad se borró entre tantos protocolos y cuidados. Está bien igual, estamos en esta ahora. Si bien es una paja, entiendo que es por acá para cuidarnos entre todes y que esto pase de una vez. Qué difícil es manejar el deseo individual.
Por otro lado, me cuesta mucho sacarme selfies, fotos mías *sensuales* y ese tipo de cosas que te hacen sentir deseable. Ya de por sí habitar un cuerpo gordo a veces me hace sentir medio horrible. Alerta gordofobia, sí, ya sé. Pero creo que este es un lugar donde puedo decir esto. Además, obviamente, ya me di mil latigazos por sentirme así.
Tampoco sé si me sentiría mejor siendo delgada. A veces creo que la única manera es no sintiendo nada, o sea no pensando, estoy casi convencida de que produzco mis sentimientos a veces. Seguro si estuviera más drogada estos dos últimos párrafos no existirían.
Pero no estoy pudiendo tomar ni una gota de alcohol. Tengo cuatro botellas de vino sin abrir desde noviembre del año pasado + una de vodka que me regalaste vos. Ya llegará el momento, o no, no sé.
Por ahora estoy bien atenta. Dándome todo el tiempo que le daría a une otre. Viendo qué me gusta, qué no me gusta, tratando de entender mis tiempos. Yo creo que me conozco, pero a veces me sorprendo a mí misma, ¿te pasa?
Y el resto, es para mis amigues. Cuando me muera, te pido que me recuerdes como la fundamentalista de la amistad. Otro día te cuento sobre esto.
Contame vos que onda, siento que se viene una montañarusadesentimientoseintensidad. Está bien, así es mi Emilia favorita.
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De: Emilia
Hola, amiga.
Siempre pienso en lo difícil que es construir una escritura íntima sin terminar ventilando cosas que no dan. Sobre todo ahora, que quedamos en charlar sobre qué onda nuestra vida sexoafectiva los últimos meses. Voy a cumplir, pero mi cabeza no para de repetir una y otra vez la misma frase: por favor Emilia, no te expongas ni la cagues demasiado.
1, 2, 3…. no tan lista, no tan preparada, ¡ya!
Creo que en el 2020 me enamoré, pero a veces lo dudo y pienso en si en realidad solo tenía muchas ganas de estar enamorada. Y obvio que no es lo mismo. A ver, cuando vivís situaciones como las que tuve que pasar yo (denunciar por violencia de género a una pareja cuando apenas tenía 23 años), por supuesto que para salir adelante rompés con mil conceptos que el amor romántico instaló en tu cabeza y sí, claro, fortalecés muchísimo tu independencia, pero también, de algún modo, vas generando como una sed de venganza contra el amor. Algo así como: “hijo de puta, conmigo no vas a poder, yo te juro que voy a tener una relación amorosa muy hermosa”.
Entonces medio que con cualquier persona que te trate un poquito bien y parezca más o menos decente, vos ya vas y acelerás ocho mil pasos porque no podés, no aguantás, ya querés tener las escapadas a la costa los findes, la terraza con plantitas, los domingos en familia, que salga a pasear con tus sobrinites y pensar en cómo serían los hijos que tendrían juntos, obvio después de irse a vivir a Europa. Un cóctel de expectativas y ganas de recuperar el tiempo perdido entre llantos y juzgados que realmente es imposible que salga bien.
Primera lección: hay que darle tiempo a las cosas, porque solo con el tiempo podés ver a quién tenés enfrente (y por ende decidir si es realmente la persona indicada para construir todo eso que querés).
Capaz si hubiera ido más lento, sin quererlo todo ya, hubiese sufrido menos por todas las cosas que me fueron decepcionando y frustrando. Pero como estaba más enfocada en el futuro que en el presente, hice y soporté cosas de las que hoy me arrepiento bastante. Una amiga una vez me dijo que lo primero por lo que te peleás suele ser por lo que, después, te terminás separando. Pareciera que todo está ahí, muy visible desde el principio, pero solo si vas a paso lento podés ganar perspectiva y mirar las cosas sin los lentes de la negación.
Por supuesto, y acá le hecho la culpa a la pandemia, el contexto de encierro no ayudó un carajo para todo eso de la perspectiva. Le tuvimos mucho miedo a la soledad y generamos dependencias emocionales un poco jodidas, la pareja se volvió el centro de todo, las 24 horas ahí, coworkeando, cocinando, durmiendo, sin compartir con nuestros amigues. Era como si de golpe no supiéramos hacer nada solos.
A mí particularmente la virtualidad me jugó muy en contra, toda posible amenaza para el vínculo vivía con nosotres: en el maldito celular. La infidelidad de la era informática, bien dijo Drexler. Pareciera que nada podía salir mal si estábamos todo el tiempo juntos, ¿pero qué tiene que ver el cuerpo con la verdadera presencia?
Yo sé que nuestros lectores son inteligentes y no van a pedirme detalles, pero sí: fui bastante cornuda, descubrí sexting y esas cosas. Obvio que para descubrir lo que descubrí yo también rompí cierta privacidad. Un verdadero desastre anunciado. Y sin embargo, ambos insistimos en un vínculo que si bien nos acompañó en momentos muy difíciles de la pandemia, también puso en riesgo nuestra salud mental más de una vez. Oh, amor romántico, no me llevaste al límite de la violencia, pero otra vez, de alguna manera, me hiciste pelota.
Segunda lección: no importa quién empezó primero, quién estuvo peor, quién fue mejor. Un vínculo siempre es cosa de dos personas responsables de las dinámicas que construyen o permiten.
Es muy difícil no sentir culpa y no arrepentirse de todo el dolor atravesado en algunas relaciones. Por eso cuando estoy muy cansada y descreída me gusta pensar en esa frase de Brigitte Vasallo que dice: “solo las más heridas conseguiremos crear algo nuevo”. Pero cómo cuesta eh. Mi memoria afectiva reciente aún está lidiando con heridas muy profundas, que si bien me habilitan a reflexionar sobre el amor de una manera distinta, a veces también son mi propia atadura.
Estoy tratando de atravesar esta nueva etapa conmigo misma de una manera más compasiva, sin darme con un palo, aceptando que tanto iniciar como terminar un vínculo en pandemia es realmente una mierda sin precedentes. Ni siquiera podemos salir a emborracharnos y a bailar por ahí con amigues, conocer gente, distraernos un poco. Encima las dinámicas de OkCupid me parecen muy vacías, no me copan, así que la paja virtual tampoco estaría siendo algo en lo cual refugiarme. Creo que hoy en día me mantienen viva los proyectos que tengo y el faro de no hacer nada con intención de lastimar al otro, o sin pensar en el otro, bah. No son tiempos ni para ser cruel ni para jugar a las guerras amorosas.
Tercera lección: el verdadero desafío es ser buena persona, más allá de los acuerdos de pareja.
Bueno. Al final me puse intensa y me enrosqué un poco, pero hoy prefiero cortarla acá. Gracias por haberme acompañado siempre sin juzgarme, amiga. No sé cómo hubiera recuperado el foco si vos no me hubieras sacudido un par de veces.
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