T3 - #3 Somos amigas porque nos cuidamos
Reconfigurar los códigos de la amistad para que no se nos vaya todo de las manos.
De: Emilia (@emiruizdeolano)
Tampoco la pavada porque estamos grandes para pavadas, pero honestamente no entiendo a quién mierda se le ocurrió eso de “¿no tiene una amiga que le diga?”. Creo que lo que más me molesta es el banquito sobrador en el que se ubican las personas que utilizan esa frase.
La lógica del status social y moral a través de la amistad funciona más o menos así: si hacés eso que hacés que para mi está mal seguro tampoco tenés ni una amiga de verdad que te cuide de no hacerlo, en consecuencia, seguro sos una persona de mierda. ¡Ja! Como si tener amigues fuera condición suficiente para estar protegida de no mandártela o de no exponerte al pedo, o como si la gente que hace cosas chotas no tuviera amigues, pff.
A lo que me interesa llegar con todo esto es que no siempre podemos controlar lo que hacen o no hacen nuestras amistades. ¿Qué pasa cuando durante mucho tiempo fuiste “la amiga que le dice” pero llega un punto que te cansás? Que te das cuenta que quizás la otra persona no valora o no comprende lo que le estás diciendo ni por qué lo hacés. Quizás lo que para vos significa cuidar, aunque sea incómodo de decir y de procesar, la otra persona lo puede tomar como un comentario medio shady o frenemy. Es un bajón pero no todes están preparades para no contar con una validación constante por parte de sus círculos cercanos. Por eso muchas veces, cansada ya de habitar la incomodidad y la alerta constante, prefiero mirar para otro lado y no ser la amiga que intenta cuidar al 100% todo el tiempo.
Vos a esto le decís darse por vencida, y puede ser. A veces me pregunto si es eso o que simplemente la jerarquía que ocupan las personas en nuestra vida va rotando. ¿Cuidamos como podemos o hasta donde queremos? Es algo que me pregunto seguido, sobre todo cuando miro para atrás y me pregunto cuál fue el punto exacto en el que una amiga dejó de ser mi amiga. Seguro cuando alguna dejó de cuidar, pienso. Pero eso siempre pasa. Lo que rompe o termina de romper todo, creo yo, es cuando ya no nos interesa cuidar.
Y duele, sí. Porque hasta que te deja de importar, primero te importa un montón.
De todos los dolores que sentí en mi vida creo que ninguno explica tan bien lo que significa el dolor como eso que siento cuando tengo que decidir que es mejor que una amiga ya no sea más mi amiga. Me indigna que todavía se use la misma palabra para describir pesares tan distintos; es absurdo que se use la misma designación para lo que se siente en la panza cuando te comés tres super panchos de un saque y lo que se siente en el corazón cuando una amiga traiciona tu confianza.
No puedo seguir como si nada cuando eso pasa. Admiro mucho a la gente que conserva amistades que puedan convivir en los grises, sin profundizar en las cagadas que hayan sucedido. Yo no puedo. El otro día me dijeron que era muy taxativa, que todo para mi es blanco o negro. Que a veces es mejor dejar que el tiempo pase. Pero eso me parece una postura muy cómoda y desinteresada, yo siempre prefiero que los conflictos los resuelvan las personas involucradas, no el tiempo y la distancia. Y si no querés enfrentar el conflicto, es que no te interesa realmente esa relación. Corta.
Es claro que el tiempo también hace lo suyo, ya sé, pero no creo que sea mágico, sino que siempre está condicionado por todo lo que hicimos o no hicimos. Ponele, ayer estaba en una fiesta y me crucé con una amiga de la que me había distanciado por una pelotudez cuando empezó la pandemia. Ojo, ahora por suerte lo veo así, pero lo cierto es que en ese momento fue algo que me había jodido mucho y se lo dije sin pelos en la lengua al instante. A ella le pudo haber parecido cualquiera lo que le planteé, pero igual me pidió disculpas y comprendió lo que sentí. Y listo, dejamos en claro el límite y no hablamos nunca más.
Hasta ayer, que en vez de esquivarnos como quizás se hubiera esperado, apenas nos vimos nos dimos un abrazo, charlamos un poquito y hasta terminamos bailando, diciéndonos que éramos unas pelotudas, que nos queríamos y que teníamos que tomar unos mates en la semana.
Yo no sé si volveremos a ser las amigas que éramos antes, tampoco si efectivamente tomaremos esos mates y retomaremos algún tipo de cotidianeidad, pero me conformo con saber que cada vez que nos crucemos nos vamos a dar un abrazo y compartir unos tragos de birra. Como también sé que con algunas personas jamás volveré a compartir ni una birra ni un café, aunque tenga que tratarlas a diario por motivos externos a la amistad.
Quizás ahí también esté la diferencia y el valor de respetar los límites de cada persona: si siempre me fuiste de frente es probable que me entregue a los cambios que nuestra relación a través del paso del tiempo ofrezca; en cambio si fuiste falluta, es probable que el vacío que te haga sea total sin importar cuánto tiempo pase.
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De: Cinthia (@cgdalama)
Estoy de paso. Me doy cuenta que estoy de paso para muchas personas y es tan difícil aceptarlo porque me angustia y me agota no ser eterna. Esa necesidad de que todo dure para siempre, de ser la mejor, me cala en lo más hondo.
Igual, no quiero ser la única pues es mucho trabajo, pero darme cuenta cuando algo está por terminarse porque empieza a dejar de fluir, es desolador.
Tampoco me interesa ser amiga de todo el mundo. ¿Y sabés qué otra cosa no me interesa? Generar vínculos frívolos. En cambio me interesa abrazar cada palabra, escuchar a las personas que me rodean y prestarles atención. Perseguir -alerta stalker- a esas personas por las que siento un poquito de admiración y hundirnos horas en una charla sin fin. Eso sí que me da mucho placer y una sensación de que todo está completo.
No puedo parar de ver límites o delimitaciones en todos lados. El límite. Mi límite. Todo el tiempo siento cómo tengo que dejar ir las cosas pero no quiero. Dejar ir cómo alguien me maltrató de forma consciente. Dejar ir a personas que hacen cosas que no me gustan. Dejar, dejar, dejar. Si suelto, dejo fluir todo, ¿y entonces qué queda? No me gusta que mi memoria quede enjuagada. Soy mi memoria.
Yo sé que no soy prioridad de muchas personas que sí son prioridad para mi y me da paja, la verdad. Me destruye lo no recíproco cuando quiero que así lo sea. Sí, caprichosa también.
Me duelen algunas propuestas de vínculo, por eso me quedo con quienes quieren ir viendo cómo hacer, me mandan un meme o un tweet porque se acordaron de mí, me preguntan por algo que les conté la última vez que nos vimos, están, básicamente. Supongo que están para que vayamos descubriendo una forma propia, dispuestes a hacerlo desde un lugar sensible y cuidándonos.
“No te mereces esta energía”, me dijo una amiga después de que puteó y se enojó porque estaba harta de una bocina. Todo eso pasó mientras me mandaba un audio contándome planes. Me pareció re lindo que me cuidara, incluso de ella misma. Me pidió perdón por eso. Y me pareció re genuino. ¿Viste cuando no podés evitar reaccionar para el orto con alguien cuando las cosas no salen como querías? Cuando el efecto no es el deseado creo que siempre es válido decir: "Che, perdón. No quería que esto fuera así".
Igual no sé si creo en el perdón, me cuesta dimensionarlo y no me gusta cómo usamos la palabra o lo que engloba en la diaria. Creo que es parte de entender que no puede haber un arrepentimiento tan instantáneo de lo que hacemos. ¿No estabas seguro de lo que estabas diciendo? ¿Por qué lo hiciste si al toque te vas a arrepentir?
No sé si coincido con el consenso social de pedir perdón. Sí creo que podés hacer algo y darte cuenta -cuando la otra persona te lo dice- que le hiciste mal. Entiendo que hubieses querido no hacerlo, pero lo hiciste, y tal vez no lo harías de nuevo, ok. ¿Habrá algo que me esté perdiendo en este razonamiento?
Sé que pienso mucho, pero posta que a veces escucho cosas que no me convencen nada, veo como muchas personas todas juntas están de acuerdo en todo y se bancan en cosas que me dan mucho CRINGE. Me hacen acordar a esos grupos de varones que no nos gusta cómo se manejan.
Mi intensidad está en todo, mi exigencia es para con los demás y los límites para cuidarme a mí. Soy muy solitaria y a veces eso me carcome, me cuesta compartir. Mi mejor plan es estar en casa, mirando una serie y tomando coquita, como Dash de Dash&Lily. Estimo que todo esto es el resultado de vivir sintiéndome expuesta. Qué fastidio.
Estuve releyendo cartas de y hacía Alejandra Pizarnik, y encontré este fragmento que siento que es muy pertinente con este tema de ser comprendida y valorada: “Todo esto para disimular mi ansiedad o urgencia por decirte que tu carta me dió la profundísima alegría de sentirme comprendida del modo más sutil y, sobre todo, a fondo.”
A veces me parece una locura que hayamos encontrado un nivel de compresión entre nosotras tan profundo. Y de paciencia sobre todo. Creo que puedo contar con los dedos de una mano las personas que me tienen tanta paciencia como vos.
Me quedó dando vueltas que me hayas retado el otro día porque fui sola a la guardia y no te avisé -gracias de nuevo-. Me pasa mucho de sentir que molesto y que estoy de más en lugares, que sobro, como mi cuerpo. Lo siento en lo físico y es insoportable. Lo escribo y me angustia tanto que me dan ganas de llorar. En mi cabeza suena Liability de Lorde.
Todo esto te lo cuento a vos, pero jamás le haría un planteo a nadie desde este lugar. Me parece poco constructivo en el uno a uno, pero sí me parece válido pensar en construir colectivamente sobre estos sentimientos que se trasladan a lo físico. La incomodidad de querer arrancarme la piel porque no aguanto sentirme enorme o un montón.
Varias veces hablamos del FOMO (Fear of Missing Out/miedo a perderse de cosas) y de cómo nos cuesta no salir. Creo que igual me chupa un huevo no salir: mi tragedia es ser olvidada por las personas que quiero. Por eso planifico, contacto, pregunto cómo están, intento estar presente. Acá sonaría This is my trying de Taylor. Pero sí, lo intento mucho, demasiado, todo el tiempo. “I am not a natural” (no se me da natural, creo que podría ser una traducción), como también diría Taylor en Mirrorball.
No puedo fluir, no me sale. No voy a pedir perdón por no ser fresca y despreocupada, ya estoy intentando todo mucho, no quiero intentar otra cosa más y encima tener que lidiar con más incomodidad.